Guillermo Pizarro Vega
(Ovalle, 1945 – 2016)

Barraza

El viento de la tarde adormece la lejanía gris de los árboles,
y un aleteo lejano de pájaros encumbra sus sueños de playas;
el paisaje es el de siempre: la desnuda primavera de verdes,
la longitud creciente de las impenitentes sombras,
y un peregrinar eterno de voces tras los muros derruidos.

Hay que poner atento el oído, viajero del tiempo.
Esperar paciente la música silente de las caídas hojas,
y cuando la quebrada tarde se marche tras los eternos cerros,
mirar en el espejo del río la danza de plata que nos habla,
y ver ahí… la nuestra historia, que pasa fugaz por sus márgenes.

Y de nuevo sentir en la cara el aroma dulce de los álamos,
el calor que nos sube ascendiendo de la tierra amada
hasta cubrir de verdad y nostalgia los rincones del alma;
y dejar después nuestros pasos libres… dejar que sean ellos avances
para que en la página azul del agua se vuelvan a escribir
nuestros nombres.



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