Amelia Arellano

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La mujer que me habita

 

La mujer que me habita lleva soledad de cipreses en sus criptas.

Un rumor de párpados anuncia el presagio del agua.

El mundo huye o fagocita los retazos de su piel.

Está hecha de retazos esa mujer tan mía.

 

La mujer que me habita sabe el placer de la espesura.

No ignora que es solo vida la vida.

Ha construido casa sobre la ruinas.

Ay, como duelen los arneses en el alma.

 

Solo quería amanecer contigo. Una vez sola.

Alas de arcilla y greda. Una tormenta dentro de una fosa.

He muerto tan despacio que solo el frío certifica mi adiós.

En el lomo del mar se duermen los albatros del sueño.

 

Ay, este aguijón de escarcha y miel

Beso despacio y cuidadosamente nuestros nombres.

Sé, ya no volverán los almendros ni la niña cándida.

No pude descifrar la caligrafía de la arena.

 

Miro tus ojos extraviados .Pongo a secar mi corazón.

No soy culpable de esta paradoja me alejo, para siempre quizás.

Ay, este esqueleto de cristal mohoso.

 

La mujer que me habita lleva un campo santo de dudas.

Y una descomunal certeza: profanar con luz la soledad de los féretros.

Amanece… sólo mi útero late.



No me olvides

 

“Cuando tienes un dolor que es demasiado grande, no dejas espacio para ningún otro"

Émile Zola

 

Ahora, después de tanto tiempo, entiendo.

Entiendo por qué no puedo odiar.

 

He odiado, sí. Con toda mi alma.

Hasta desgarrarme las uñas.

Hasta perder el útero.

Hasta perder medio pulmón.

Hasta recorrer los pozos más oscuros.

 

Paradójicamente odié al que más amé.

Ahora con menos dientes y menos pelo, entiendo, vida mía.

 

Y vos decís que soy boluda. Que racionalizo

Que no puede ser que no odie a los que me han crucificado.

Quizás el odio se agotó.

Quizás el espacio del dolor está cuasi colmado

He sufrido tanto, pero tanto. Vos lo sabés.

Quizás sea como cuándo un cuerpo se desangra.

Ya no queda sangre.

 

El corazón bombeó tanto, tanto, que casi deja su latido.

Quizás, amor, en el poco tiempo que me queda

ya no quiero más eso: “pase de mi este cáliz"

 

Y vos mi pequeña inmensa,

sabés que fe no es igual que dogma.

Será, pequeña inmensa, que es tiempo

de llenar el cáliz con flores no me olvides.

Celeste claro,

Como vos, Celeste.

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