Amelia Arellano arellano.amelia@yahoo.com.ar La
mujer que me habita La
mujer que me habita lleva soledad de cipreses en sus criptas. Un
rumor de párpados anuncia el presagio del agua. El
mundo huye o fagocita los retazos de su piel. Está
hecha de retazos esa mujer tan mía. La
mujer que me habita sabe el placer de la espesura. No
ignora que es solo vida la vida. Ha
construido casa sobre la ruinas. Ay,
como duelen los arneses en el alma. Solo
quería amanecer contigo. Una vez sola. Alas
de arcilla y greda. Una tormenta dentro de una fosa. He
muerto tan despacio que solo el frío certifica mi adiós. En
el lomo del mar se duermen los albatros del sueño. Ay,
este aguijón de escarcha y miel Beso
despacio y cuidadosamente nuestros nombres. Sé,
ya no volverán los almendros ni la niña cándida. No
pude descifrar la caligrafía de la arena. Miro
tus ojos extraviados .Pongo a secar mi corazón. No
soy culpable de esta paradoja me alejo, para siempre quizás. Ay,
este esqueleto de cristal mohoso. La
mujer que me habita lleva un campo santo de dudas. Y
una descomunal certeza: profanar con luz la soledad de los féretros. Amanece… sólo mi útero late.
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